(Fuente, REViSTA SEMANA)
En siete días el expresidente se quedó aislado en sus críticas contra
el proceso de paz, se equivocó en su Twitter, perdió candidatos para las
elecciones y fue cuestionado por la prensa internacional.
Esta semana el expresidente confundió un fotomontaje con portada de un periódico internacional.
Foto: Carlos Julio Martínez / SEMANA
Todo salió al revés para el expresidente Álvaro Uribe esta semana. El
lunes, el acuerdo entre el presidente Juan Manuel Santos y Nicolás
Maduro en Quito, le bajó el volumen a las críticas frente a la crisis
fronteriza y se quedó sin ese discurso. El martes, le cayó la noticia de
las medidas de aseguramiento contra el exasesor espiritual de la
campaña de Óscar Iván Zuluaga, Luis Alfonso Hoyos. El miércoles, el
anuncio del gobierno y de la guerrilla de las FARC de alcanzar un
acuerdo en el punto más espinoso de todos, la justicia, le devolvió la
esperanza a los colombianos, quitándole protagonismo a su discurso de
‘paz con impunidad’.
El jueves, sus trinos sobre titulares falsos y alusiones al grupo
terrorista AlQaeda le valieron más de una crítica. Y para rematar, el
viernes se enteró que una de las representantes de Centro Democrático,
Johana Chaves, perdió su curul por doble militancia y su gran carta para
la gobernación de Santander, Hugo Aguilar, también salía del ruedo por
decisión del Consejo Nacional Electoral. Mientras recibía la noticia, se
instalaba en Cali una valla de Centro Democrático que invitaba a votar
por sus candidatos para no tener que hacerlo a futuro por los Alapes,
Santrichs o Grandas que supuestamente llegarán directo al Capitolio el
año entrante. En medio de un clima de reconciliación, donde además ya
está claro que no habrá curules a dedo para los guerrilleros, el mensaje
no solo es agresivo, sino que proyecta una imagen de desinformación.
El mal momento del expresidente se notó. Trinó sin descanso desde el
anuncio de Santos y Timochenko en La Habana y llegó incluso a atacar al
Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, por apoyar los
acuerdos. Dijo que el aplauso de Kerry al: “acuerdo de impunidad con las
FARC nunca lo aceptaría con Al Qaeda.” Nunca antes el expresidente se
había metido con el gobierno de Estados Unidos de esa forma y ante los
ojos del mundo quedó el aguafiestas que lejos de construir con sus
críticas, parece disco rayado.
La verdad es que el apretón de manos entre Raúl Castro, el presidente
Santos y Timoleón Jiménez fue una cachetada para el expresidente. Y lo
fue, entre otras cosas, porque debilitó de un momento a otro su
discurso, tan bien recibido por algunos sectores, de la paz embolatada.
El miércoles el gobierno le puso fecha final a las conversaciones y de
repente Uribe quedó solo, sin más eco que el de sus senadores y
representantes.
En cambio, el que sí sonó con fuerza fue el de los medios
internacionales. No hubo redacción que no aplaudiera el paso que dio el
país el miércoles. Claro, hubo críticas y preguntas por los alcances de
lo logrado. Pero para nadie era un secreto que el nudo que se formó hace
dos meses entre los cerebros jurídicos de las FARC y el gobierno, por
fin se desenredó.
El New York Times, el Huffington Post y hasta el Washington Post criticaron la actitud del expresidente y reseñaron su reacción de estos días como una guerra individual contra el proceso.
En menos de una semana Uribe pasó de ser un faro para la opinión pública
a una voz solitaria. Si mantiene esa posición quedará en la incómoda
situación de depender del fracaso de los diálogos para rescatar su
imagen. Porque si algo quedó claro es que el expresidente depende del
proceso con las FARC más que el propio Santos.
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