(Fuente, REViSTA SEMANA)
Se va cerrando otro mes de septiembre con sus festivales de ‘jazz’ en
todo el país, y un panorama alentador para sus representantes
nacionales.
El legendario pianista Edy Martínez se ganó una de las ovaciones más recordadas del Festival de Barranquilla.
El pianista panameño Danilo Pérez puede darse el lujo de decir que
visitó cinco ciudades colombianas (y seis escenarios distintos) en ocho
días. La hazaña permitió que los melómanos de casi todo el país fueran
testigos de su nueva búsqueda estética: una reflexión sobre la
colonización de Panamá y una mirada retrospectiva a la obra del maestro
Thelonious Monk.
La llegada de figuras de vital importancia para el mundo del jazz sucede
siempre en septiembre, y se da gracias a una red que han establecido
estos festivales a nivel nacional. Aunque mantienen independencia de
criterios (unos tienden más hacia las músicas tradicionales del mundo,
otros hacia el lado latino), eligen cada año una o dos estrellas y
comparten los costos de una gira bien estructurada. Hace un par de años,
durante el festival Barranquijazz, el flautista puertorriqueño Néstor
Torres afirmaba sorprendido que “no hay un sistema así ni siquiera en
los festivales de ‘jazz’ de Europa”.
Así ha transcurrido un nuevo mes del jazz en Colombia, que empieza a
mostrar sus frutos en cuanto al surgimiento de figuras locales. La nueva
generación creció acostumbrada a las visitas de importantes jazzistas, y
la apertura de estudios profesionales de jazz en las facultades de
música ha permitido que tengamos algo que aportar a este género. Los
festivales de Pasto, Cali y Medellín vieron este año el debut de la
pianista cartagenera Melissa Pinto, cuyas composiciones se basan en
ritmos costeños como la puya y el fandango. Por su parte, el festival de
Mompox presentará a Fatso, un grupo bogotano difícil de clasificar, que
recuerda las bandas sonoras del cine negro y los discos más oscuros del
roquero Tom Waits.
“Estamos en un borde entre el ‘rock’ y el ‘jazz’”, explica Daniel
Restrepo, de Fatso. “Es algo que ha sucedido de manera natural: nos
invitan a diferentes escenarios. Pero cuando son festivales de ‘jazz’
hacemos solos más largos, dejamos que haya momentos impredecibles”.
Y en cuanto a la utilización de instrumentos autóctonos, la gran
sorpresa ha sido el grupo Redil, que pasó por Pasto y Barranquilla. Su
originalidad consiste en agregarle al jazz una marimba de chonta del
Pacífico, “un instrumento que permite la improvisación al 100 por
ciento”, según cuenta su intérprete, Adrián Sabogal. “La marimba me ha
llevado a profundizar en un estudio no solo técnico, sino de
contextualización. Lo puedo usar como si fuera un xilófono, pero no
puedo olvidar que a la vez es un estandarte del currulao”.
Todas estas propuestas jóvenes les adeudan, sin duda, a los pioneros del
jazz colombiano, que también tuvieron presencia este año. En
Barranquijazz, el septuagenario Edy Martínez confirmó el afecto que le
tienen sus seguidores, improvisando el estribillo “A Barranquilla me
voy” sobre una melodía del compositor cubano Emiliano Salvador. Y Jazz
al Parque, de Bogotá, celebró sus 20 años por todo lo alto, invitando a
Antonio Arnedo a dirigir el llamado ‘Colectivo Colombia’: un desfile de
estrellas locales que nos paseó por visiones jazzísticas del joropo
llanero, el abozao del Pacífico e, incluso, en clave de humor, esa salsa
montañera que llamamos chucuchucu.
¿Qué sigan viniendo las grandes figuras internacionales? Magnífico y,
sobre todo, necesario para nuestros modestos oídos. Pero una gran
conclusión, luego de casi dos décadas de septiembres de jazz, es que ya
tenemos figuras nacionales capaces de aportar su particular colorido a
ese gran concierto del jazz mundial.
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