(Fuente, EL PAIS Cali)
Autor:
Meryt Montiel Lugo
En
el lapso de cinco años (2005 a 2010) los hombres con consumos
episódicos fuertes (toman cuatro o cinco bebidas en al menos una ocasión
en 30 días) casi que se duplicaron. Pasaron de ser apenas un 18 % a casi el 30 %.
Y
las mujeres no se quedaron atrás: el consumo de licor en ellas se
triplicó: pasó de un 4,6 % al 13 %. Y los jóvenes son los mayores
consumidores de bebidas alcohólicas.
El
Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas en Colombia
realizado en 2013 mostraba ya en nuestro país algunas de las
tendencias que la OMS registra hoy a escala continental.
En el país el consumo de alcohol es también mayor entre los hombres. “En
los consumidores de bebidas alcohólicas del último mes se encuentra que
son alrededor de 8.400.000 personas, de los cuales más de cinco
millones son varones. La diferencia entre sexos es significativa: los
varones superan a las mujeres en 20 puntos porcentuales”, reza el
estudio.
En términos de edad la mayor tasa de uso
actual de alcohol, del 49,2 % se presenta entre los jóvenes de 18 a 24
años. Los adolescentes son quienes tienen una menor tasa de consumo, no
obstante llega al 19,3 %.
Llama la atención de
este estudio del Ministerio de Salud que cerca de 2.6 millones de
personas en Colombia con edades entre los 12 y 65 años presentan un uso
de alcohol riesgoso o perjudicial, es decir, se convierten en amenazas
para ellos mismos y la sociedad: 1.9 millones son hombres y un poco más
de 600.000 son mujeres.
Lo grave es que la llamaba
bebida “perjudicial” está avanzando en mujeres. Beben 20 % más ellos
que ellas. Pero en cuestión del uso “dañino”, la brecha se estrecha a un
15 %.
Conclusiones como estas se convierten en una alarma para la sociedad:
¿Qué
está provocando que las mujeres del país se estén acercando cada vez
más al alcohol y con un consumo riesgoso y perjudicial? ¿Qué está
pasando en Cali?
El magister en
drogodependencia Miguel Bettín Osorio, director de la Fundación Creser,
confirma que en los útimos 20 años la situación ha cambiado
drásticamente.
Antes, dice, en los centros
de tratamiento para problemas de alcohol y drogadicción el porcentaje
de mujeres frente a los hombres era de 1 a 9 (de 1 mujer por nueve
hombres). Hoy en día estamos hablando de 4 mujeres por 6 hombres, es
decir, el número de mujeres que llegan se ha cuadruplicado.
En
Cali, donde el consumo de alcohol es cercano a la media nacional (35 %)
no hay estudios particulares sobre este fenómeno. Pero de acuerdo con
voceros de fundaciones de rehabilitación, de A.A., testimonios de
mujeres que han estado inmersas en la ingesta de bebidas embriagantes y
empresarios de la rumba consultados por El País, cada vez más se
evidencia el consumo de licor en las caleñas, especialmente entre las
más jovencitas.
En la Fundación Yolima,
por ejemplo, se les presta ayuda, a 30 mujeres al mes o sea que al año
atiende un promedio de 360. Y en los siete años que llevan brindando
este servicio, comenta la psicóloga, especialista en adicciones y
directora de la entidad, Yolima Escobar, hemos atendido alrededor de
2520 mujeres. De esas de han rehabilitado el 40 %.
Es
el caso de Sandra*, una caleña que empezó a beber a los 14 años y que
para que los hombres no se aprovecharan de su estado de alicoramiento
consumía ‘perico’, pues según sus amigas, “así el efecto del alcohol era
menor y estaría despierta y alerta”.
Con
el tiempo, además de hacerse adicta al alcohol y al ‘perico’, sucumbió
ante la marihuana y el basuco. Abandonó la universidad, fue a parar a
las calles, intentó varias veces suicidarse y después de 20 años de
adicción y una vida miserable, hoy, gracias a esta fundación “llevo
siete meses de sobriedad”.
¿Por qué se refugian en el alcohol?
Son muchas las razones que mueven a las caleñas a consumir alcohol.
Desde
las de tipo cultural: están inmersas en una ciudad pluriétnica, de
festejos y celebraciones donde el alcohol siempre está presente: en el
bautizo hasta en el velorio.
De tipo familiar: los
padres las inducen a tomar a temprana edad. Tienen licencia para beber
en la fiesta de 15 y a partir de esa edad, en muchas de sus salidas.
De
tipo económico: tienen poder de financiarse por sí mismas todos sus
entretenimientos, incluido el alcohol. De tipo social: quieren ser
incluidas, aceptadas en un grupo y el consumo hace parte de ser
grandes.
De tipo legal: por ser una sustancia
legalizada y aceptada socialmente el alcohol es de fácil acceso y hoy,
las mujeres que toman en sitios públicos ya no son tan señaladas como
ocurría antes. O se refugian en las bebidas embriagantes motivadas por
dificultades con su familia o a nivel personal.
Así
le sucedió a María Guadalupe, quien recuerda cómo “en mi casa bebían y
la pasaban muy rico. Yo era la joven de la casa, callada, sumisa,
entregada al estudio. Me motivó a beber querer ser grande: quería ser
como ellos, alegres, cuando estaban bajo los efectos del alcohol todo
estaba bien”.
Esta ejecutiva de ventas, bebió por
diez años. Todos los días, en las mañanas, se servía tinto con brandy en
un pocillo para simular que tomaba solo tinto; al mediodía consumía
unos vinos y por la tarde, cervezas. Al salir del trabajo se iba a un
bar a tomar sola, no era bebedora social, de fines de semana ni de
parrandas ni paseos.
En mi casa, dice, nunca me vieron
tomando, solo lo hacía en la oficina todo el día. Y a punta de
cardamomo, chiclets y enjuagues bucales disipaba el tufo. Llegó incluso a
salir de la cantina, llegar corriendo a bañarse a la casa, vestirse y
organizarse para volver a trabajar. “Me tomaba mis cinco o seis
Alkaseltzer y me bebía un aguardiente para coger fuerzas y seguir
trabajando. La única forma en que yo no bebiera era que estuviera
durmiendo”.
Cuando empezó a enlagunarse buscó
ayuda en Alcohólicos Anónimos y hoy, ya recuperada, no se come ni una
banana de anís siquiera, dice. Yo bebí lo que tenía que beber. No le
acepto ningún trago a nadie. Yo no voy a cambiar mi vida por ese ‘enano’
(el trago). Soy otra María Guadalupe”, concluye.
Consumo problemático
María
Fernanda Ortiz, trabajadora social de la Corporación Caminos, destaca
que, generalmente, las personas llegan a pedir ayuda a la entidad por la
adicción a otra sustancia y no por alcohol, porque a ellas y a sus
padres se les hace el consumo de las bebidas embriagantes algo normal.
Sin
embargo, han notado que cuando empiezan a hacer el tratamiento con los
adolescentes, durante el proceso, estos se percatan de que sus madres
también tienen consumo problemático de alcohol y las reportan.
Muchas
niegan la enfermedad, no la aceptan, dicen que los profesionales de
la entidad están exagerando y prefieren incluso retirar a los hijos de
la institución. Sin embargo, también han tenido casos exitosos, donde
ambos, madre e hijo terminan su proceso de rehabilitación y superan su
situación de consumo, comenta María Fernanda.
Frente
a la problemática del excesivo consumo de alcohol lo primero que hay
que entender es que este no es un vicio, sino una enfermedad que hace
que la gente no pueda parar.
Por eso, dicen los
especialista, hay que buscar ayuda prontamente y las EPS tienen la
obligación de cubrir el tratamiento, pues Colombia reconoció, como lo
dice la OMS, que esta es una enfermedad primaria, que afecta el
cerebro.
*Nombres cambiados por petición de las fuentes.
Acciones de las secretarías de salud
De
acuerdo con información de la Secretaría de Salud del Valle, durante el
periodo de 5 años y medio (entre enero de 2010 y junio de 2015) los
servicios de urgencias en el departamento notificaron 344 casos de
personas que llegaron a una institución de salud por una intoxicación
con alcohol etílico (un promedio de 5 mensuales).
El 42 % (144 casos) fueron de personas de sexo femenino. Y en el 56 % de los casos eran mujeres residentes en Cali.
Por
situaciones como estas y las demás problemáticas relacionadas con el
consumo excesivo de alcohol las secretarías de Salud del Valle y de Cali
vienen aplicando estrategias de prevención y proyectos de cultura
ciudadana para fomentar el consumo responsable de alcohol, entre otros.
La
Secretaría de Salud del Valle ha hecho campañas como ‘Toma el
controhol’; realiza intervencione breves dirigidas a los bebedores
dependientes y trabaja para que las EPS dispongan de oferta de servicio
para prevenir, atender y rehabilitar a los consumidores problemáticos.
Entre
las varias estrategias que tiene la Secretaría de Salud de Cali está
una campaña para adultos llamada ‘Me voy de rumba, pero no me derrumbo’.
Mediante esta se entregan dispositivos como abanicos y cubos de cartón
como herramientas pedagógicas para procesos educativos de consumo
responsable de licor.
Con el proyecto de
Escuelas Saludables (básica primaria) trabaja acciones de prevención y
brinda herramientas para que los menores sepan tomar decisiones frente a
temas como el consumo de sustancias psicoactivas.
En
diez instituciones de bachillerato ha implementado las Zonas de
Orientación Escolar. Allí un equipo de trabajo labora en función del
bienestar y prevención del consumo de sustancias psicoactivas. Son
profesionales de Samaritanos de la Calle, Corporación Caminos y
Corporación Viviendo.
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