Ambientalistas, ecologistas y voceros de otros sectores de la ciudad coinciden en que el cierre del Parque Tayrona
(del 1 al 30 de noviembre) no solo sirvió para “limpiarlo física y
espiritualmente”, sino que también afianzó la relación entre el Estado
Colombiano y los pueblos indígenas de la Sierra Nevada.
Aunque la medida produce desmedro económico en las agencias de viajes
y en una parte del comercio informal, en términos generales, el
concepto es que “era necesaria”.
La Resolución 0432 del 28 de octubre prohibió por un mes el ingreso
de visitantes al área protegida, al igual que la prestación de servicios
ecoturísticos.
A los indígenas les quedó claro que el sueño de que el emblemático lugar se cerrara por siempre no sería posible, entonces, tras resignar su voluntad, manifestaron su deseo de que se respete lo sagrado.
La ecologista e investigadora Sandra Villardy dijo que cerrarlo
definitivamente “no favorece el dialogo y análisis profundo que requiere
para su conservación y apropiación de su gran valor por parte de todos
los colombianos”.
“Respeto mucho la posición y conocimiento ancestral indígena, y estoy
segura de que esa sabiduría es necesaria para buscar caminos que nos
permitan seguir contemplando su belleza y singularidad”, enfatizó.
Para ella, el Tayrona
necesita un dialogo más activo y sincero entre los diferentes actores
que dependen de él (propietarios, indígenas, Parques Nacionales,
Distrito, la academia).
El ambientalista y asesor de las comunidades aborígenes de la Sierra
Nevada, Alejandro Arias Cañón dijo que a raíz del cierre, hoy Parques e
indígenas son un “solo cuerpo armonioso” por el que circula el mejor de
los ánimos y cuyo propósito es el “respeto de las ancestralidades”.
Resultados
Lo que para la Unidad de Parques Nacionales queda en evidencia es que
haber cerrado el Tayrona fue haber demostrado gobernabilidad sobre un
área protegida, que por sus características es compleja.
“Pudimos impedir el ingreso de personas por todas las entradas
habilitadas por tierra y las que existen por vía marítima; luego ello
quiere decir que el Estado sí puede manejar un área protegida”, comentó
Luz Elvira Angarita, directora territorial de la Unidad de Parques
Nacionales.
Manifestó que las campañas de desprestigio que se dieron en 2011
cuando se habló de la construcción de un hotel 5 estrellas (el
controvertido Six Senses) quedan, cada día que pasa, sin piso pues el
tiempo ha permitido demostrar lo contrario.
“Es claro que el Tayrona está conservado y no destruido como
informaron para perjudicar la naturaleza del territorio y sacar provecho
de la mala imagen”, precisó.
Destacó que la coordinación con Guardacostas, Policía Nacional y
Batallón de Alta Montaña del Ejército ha sido clave para el éxito del
proceso de cierre.
“Si actuamos de manera coordinada como Estado lograremos cosas maravillosas”, comentó Angarita.
Otro resultado de este cierre es que sirvió para que el turismo no
viera el Parque como un solo destino de la ciudad, sino que mirara hacia
otras playas y sitios naturales de su entorno.
La opinión recogida por EL HERALDO es que el Tayrona “no es un
resort”, sino un parque natural que “guarda biodiversidad”, por tanto
debe ser “cuidado celosamente”.
Conciencia
Hasta hace poco el Tayrona era objeto de acciones impropias para un
lugar de tal característica. Su ecosistema se veía afectado por la poca o
casi nula educación ambiental para disfrutarlo por la mayoría de
quienes lo visitan.
Sin embargo, desde hace cinco años, cuando se implementó el primer
plan de choque, la gente empezó a adquirir conciencia y ha logrado vivir
en armonía con la naturaleza. “Hoy tienen mayor compromiso con el agua,
con las basuras y mayor respeto por las normas que marcan la conducta
ambiental”, aseguró John Restrepo, director del Parque.
Las fogatas, el mal uso del agua, el vertimiento de desechos y
materiales no autorizados al territorio, son “cosas del pasado”, añade.
De acuerdo con las estadísticas, el volumen de residuos sólidos
dispuestos en el relleno sanitario de Palangana, por parte de la
Concesión Tayrona entre 2011 y 2014, fue de 548 toneladas, con un
marcado crecimiento anual. El año pasado el total de basuras recaudada
en el territorio fue de 194 toneladas.
Para Restrepo uno de los aspectos clave para este cambio de actitud
ha sido la regulación de la capacidad de carga. Solo es permitido el
ingreso por día de 6.900 personas.
“En la medida en que respetemos el número de visitantes que ingresan se conservará el ecosistema”, anotó el jefe del parque.
Concesión y futuro
Angarita aclaró que ninguna área está concesionada y que lo que está en
manos de privados es la prestación de los servicios ecoturísticos, como
restaurante, alojamiento (ecohabs) y otros.
Dijo que lo anterior es solo en el 7% de las 15.000 hectáreas que conforman el Tayrona (12.000 terrestres y 3.000 marinas).
Aviatur, en calidad de socio de la Unión Temporal Tayrona, es la
empresa encargada de ofrecer estos servicios. La concesión se firmó en
octubre de 2005, a un término de 10 años, lo que quiere decir que hace
un mes cesó. Sin embargo, el gobierno la extendió mientras realiza la
consulta previa indígena y abre el proceso contractual de la APP que,
próximamente, entrará a manejar estos servicios tras una licitación.
Para fortalecer el proceso de conservación y estar a tono con el
pensamiento indígena, el área para la explotación de los servicios
ecoturístico con la APP se reducirá del 7 al 2%.
Es de anotar que cuando se firmó en 2005 el contrato con la Unión
Temporal Tayrona no hubo consulta previa porque en esa oportunidad el
Ministerio del Interior conceptuó que en el Parque Tayrona “no había
indígenas”.
Actualmente, los ingresos que se recaudan por entradas, parqueadero,
alojamiento, alimentación, ecotienda y otros son repartidos entre la
concesión y el Gobierno Nacional. Un 16%, aproximadamente, es depositado
en el Fondo Nacional Ambiental, Fonam, que a su vez lo distribuye entre
todos los parques naturales del país. Aproximadamente $1.600 millones
ingresaron provenientes del Parque Tayrona.
Fauna y flora diversa
El Parque Tayrona contiene el 12% del bosque seco de Colombia; la
vegetación marina más rica de todo el Caribe colombiano (487 especies de
algas), la mayor diversidad de esponjas y de unidad de área de moluscos
del Caribe y posee 1086 especies de plantas terrestres. Contiene 71
especies de mamíferos, 42 de reptiles (4 tortugas marinas), 15 de
anfibios; 308 de esponjas marinas, 108 de corales y anémonas, 96 de
anélidos, 417 de crustáceos, 1176 de moluscos y 374 de peces. Entre las
especies que se pueden encontrar en cada uno de las comunidades
vegetales están el trupillo, brasil, dividivi, guamacho, candelabro,
tuna, carreto, carito u orejero y majaguia del bosque seco. En el bosque
húmero hay palma de vino, iraca, caracolí, guáimaro, bonga y el
higuerón. Entre los mamíferos registrados en el área terrestre están el
zorro mochilero, el mono aullador, el mono cariblanco, el mico de noche,
ardillas, tigrillos, zainos, venados y 40 especies de murciélagos.
Entre las aves se encuentra el cóndor (como visitante ocasional), el
águila solitaria, el águila blanca, el paujil, la pava, la guacharaca y
el atrapamoscas real, entre otras.